El caso de Katty Hurtado nos enfrenta a una realidad que ha sido repetidamente ignorada por el sistema de justicia chileno y el Presidente Boric: la violencia estructural y sistemática contra las mujeres. Como activista feminista en la Región de Coquimbo, veo en este caso un ejemplo claro de cómo el sistema legal falla en proteger y comprender las experiencias de las mujeres que viven bajo amenaza constante.
Katty Hurtado es una mujer que, en un acto de desesperación y legítima defensa, se vio obligada a tomar una decisión extrema para salvar su vida. ¿Qué lleva a una mujer sin antecedentes penales, madre y trabajadora, a matar a su agresor? La respuesta es simple pero dolorosa: SOBREVIVIR. Su ex pareja, no solo dejó de cumplir con su deber de manutención, sino que utilizó la violencia como herramienta de control. En mayo de 2018, esa violencia culminó en un intento de violación, al que Katty respondió para protegerse.
Sin embargo, en lugar de ser reconocida como una víctima que actuó en defensa propia, el sistema judicial la condenó a 20 años de prisión, sin considerar adecuadamente el contexto de violencia en el que se encontraba. Esta falta de perspectiva de género en los tribunales es un problema que afecta a muchas mujeres en Chile y evidencia una ceguera institucional frente a las realidades de la violencia machista. La lucha por la justicia para Katty Hurtado no es solo un acto de apoyo a una mujer que fue condenada injustamente; es una batalla por todas las mujeres que han sido silenciadas, maltratadas y desestimadas por un sistema que no las ve como seres humanos completos con derecho a defender sus vidas.
La solicitud de indulto presidencial, actualmente en revisión, es una oportunidad para corregir esta injusticia y reconocer la violencia que sufrió Katty como un factor determinante en su acción. Es un recordatorio de que las mujeres en Chile siguen viviendo en un entorno donde su seguridad y su vida están constantemente en peligro. Es necesario que el sistema de justicia evolucione para incorporar una verdadera perspectiva de género, donde las experiencias de violencia de las mujeres sean consideradas y respetadas.
El caso de Katty Hurtado es un recordatorio contundente de las fallas estructurales de la justicia chilena en abordar los casos de violencia de género. Como activista feminista de región, creo firmemente que su condena de 20 años por haber matado a su ex pareja es un reflejo de un sistema judicial que carece de perspectiva de género y de comprensión sobre las dinámicas de violencia intrafamiliar.
Katty, como muchas otras mujeres en nuestro país, vivió bajo la sombra de la violencia. Su acto, tal como lo describe Priscila González de la Red Chilena contra la Violencia hacia las Mujeres, fue un acto de sobrevivencia: “No es simplemente la historia de una mujer que mató a su agresor; es la historia de una mujer que se defendió ante la amenaza constante de ser asesinada”.
Los números son abrumadores: en 2023, ocho de cada diez denuncias por violencia intrafamiliar fueron hechas por mujeres, y los agresores en su mayoría son hombres. Sin embargo, cuando una mujer actúa en defensa propia, el sistema la convierte en victimaria, ignorando las circunstancias que la llevaron a ese punto. ¿Por qué se les niega a las mujeres el derecho a defenderse? ¿Por qué la justicia insiste en castigar a las víctimas de violencia que, acorraladas, no ven otra salida que la defensa propia?
Y es aún más inaceptable que, mientras esperamos que se haga justicia en los tribunales, las mujeres como Katty siguen encarceladas, enjuiciadas, destruyendo no solo la dignidad de la mujer, sino que familias enteras a causa de la violencia.
El indulto presidencial que se ha solicitado para Katty Hurtado es una esperanza, pero también un recordatorio de lo mucho que falta por hacer. No es solo un gesto de humanidad, es una exigencia de justicia. Las mujeres de Chile, no merecemos menos. La justicia debe ser revisada y reformada con una verdadera perspectiva de género, que comprenda las realidades de violencia que vivimos y que, finalmente, nos permita vivir libres y seguras. El caso de Katty es el de todas nosotras, y su libertad es una lucha que nos compete a toda la sociedad.
Paula Jeria Tapia, activista de Olla Revuelta