Fotografía tomada en la calle, en el centro de Santiago. Se ve la bandera de Palestina al centro, en la parte inferior marchas diversas personas. Destaca una mujer con el rostro pintado de blanco y burka negra, alzando a un niño en brazos.

¿Qué es un asunto feminista? Es una pregunta que nos hacemos las feministas a menudo o, al menos, que nos deberíamos hacer. La Red Chilena contra la Violencia hacia las Mujeres se ha estado haciendo esta pregunta durante muchos años. Sus conocidos carteles negros y amarillos plasman innumerables luchas feministas: desde la violencia femicida, el derecho del aborto, la dignidad de la comunidad LGBTQIA+ y la valoración justa de los trabajos de cuidado hasta el racismo, la economía extractivista, la privatización del agua, el militarismo y la guerra.

En este ciclo de su campaña anual (2024-2025), la Red ha vuelto a afirmar que las luchas feministas reclaman la liberación de todos, todas y todes, lo humano y lo no-humano; que las luchas feministas, sobre todo, defienden la vida y construyen mundos solidarios, justos y dignos. La Red reclama este año que el genocidio y la ocupación colonial son asuntos feministas. Desde Palestina, Sudán, la República Democrática del Congo y Haití hasta las luchas indígenas en nuestros territorios, el genocidio y el colonialismo destruyen las vidas de mujeres, infancias, hombres, animales y el planeta. Son proyectos que intentan aniquilar la vida misma, sostenida abrumadoramente por mujeres alrededor del mundo. 

Desde hace ya muchos años, los feminismos negros, indígenas y decoloniales han estado abriendo el camino para entender la interconexión de las opresiones creando teoría y activismo desde sus experiencias e historias. Y sus experiencias e historias siempre han estado entrelazadas por múltiples opresiones por género, raza, clase, sexualidad, habilidad, mientras se enfrentan a sistemas coloniales, capitalistas, patriarcales, punitivos y capacitistas que por siglos se han unido en el despojo, extracción, y explotación de sus cuerpos, sus comunidades y sus tierras. 

En su famoso Manifiesto escrito en 1977, el colectivo de mujeres negras estadounidenses del Combahee River Collective explica que “que la liberación de todas las personas oprimidas requiere la destrucción de los sistemas económico-políticos del capitalismo y el imperialismo así como del patriarcado”. Los reclamos de los feminismos negros y decoloniales incluyen la restitución de tierras indígenas, la erradicación del racismo, la deuda, del corporativismo y el estado neoliberal. Abogan por la justicia ambiental, el derecho a la vivienda, a la salud, y la valorización de los cuidados. Insisten que no se puede dar una lucha para que las mujeres vivan una vida digna sino se integran todas las luchas. 

Un eje de opresión entonces no supera el otro, sino que están íntimamente imbricados. La liberación de las mujeres, en todas sus diversidades y disidencias, no puede darse de manera aislada como proclama el “feminismo” blanco, cis y colonial. Un “feminismo” que, por cierto, en su mayoría se ha mantenido en silencio y, por esto, ha sido cómplice de genocidios y ocupaciones coloniales. Un “feminismo” que se ha aliado con guerras e invasiones, el capitalismo, la transfobia y el racismo. No es casualidad que personas negras, indígenas y del sur global, que han vivido la multiplicidad de opresiones durante siglos, sean las que estén al frente de las protestas contra los genocidios y ocupaciones que vivimos. La escritora de origen mapuche, Daniela Catrileo, expone de manera poderosa que:

“El feminismo blanco o colonial no está luchando por las demandas de nuestros pueblos, esto es porque siguen centradas en el género como única forma de opresión… Las demandas históricas del Pueblo Mapuche, la lucha por un küme mongen en todo su espectro: un buen vivir para nuestros territorios, cuerpos y seres que coexisten junto a nosotras. En este sentido, la lucha es por la reivindicación territorial, contra el extractivismo neoliberal y por supuesto contra la violencia estatal, colonial y patriarcal”. 

En el momento en el que escribo estas líneas, van 400 días del genocidio de Israel contra el pueblo palestino en Gaza. Cuatrocientos días de genocidio en Gaza que hemos atestiguado con horror en nuestro celulares, y 76 años de ocupación colonial de Palestina. El genocidio y la ocupación, en Palestina, el Congo y en Abya Yala, son proyectos femicidas, racistas, infanticidas, ecocidas, domicidas (destrucción masiva de viviendas) y memoricidas (destrucción de la cultura).  ¿Cómo no va a ser la lucha contra el genocidio y el colonialismo nuestra lucha también? La feminista antirracista dominicana, Ochy Curiel, dice que para los feminismos decoloniales “lo importante es construir un proyecto político de liberación, y la pregunta sería quiénes constituirían ese proyecto de liberación. Pues los sujetos múltiples condenados del mundo y ahí va a haber gente: hombres, mujeres, trans, en fin, toda persona que tenga ese proyecto político nos interesa caminar con ellas”.

La Red Chilena contra la Violencia hacia las Mujeres forma parte de ese caminar. Por eso, este año la Red afirma nuevamente que su feminismo centra la transformación radical de nuestro mundo, y declara con fuerza “Feministas contra el genocidio. No + ocupación colonial”. Hay que cambiarlo todo, como dice la geógrafa y abolicionista Ruth Wilson Gilmore. Y así lo haremos. 

Por Firuzeh Shokooh Valle, socióloga y periodista feminista de Puerto Rico.

Fotografía: Kenny Sport (@kennyfotosport en IG)