Por Yoselin Fernández

En Mujeres en Sintonía, el programa radial de la Red Chilena contra la Violencia hacia las Mujeres, conversamos con la comunicadora y activista Andrea Ocampo, licenciada en Filosofía, DJ de reggaetón y tallerista de diversos ámbitos.

“Yo soy gorda desde que tengo uso de razón, mi memoria es una memoria gorda. Pienso como una mujer gorda y mi imaginación no alcanza a saberse de otra manera que no sea esta. Ese es mi primer antecedente biográfico”, marca Andrea al presentarse. La trayectoria que la llevó a situarse hoy día como una referente del feminismo gordo, activismo por el derecho al goce y problematización de los cuerpos en Chile, es extensa, diversa y algo fortuita.

Comenzó estudiando Filosofía en la cerrada Universidad Arcis. “Tuve muy buenas profesoras ahí, la Guadalupe Santa Cruz, Cecilia Sánchez, feministas increíbles, y ellas de alguna manera me dieron la mano para poder pensar otras cosas que no estaban siendo populares en ese momento y que de hecho eran miradas muy por sobre el hombro”, relató.

Tras el cierre de la institución Andrea continuó sus estudios en la Universidad Católica, donde tuvo que enfrentarse a un universo diametralmente opuesto al de su ex casa de estudios.

Ahí tuvo en especial encuentro con “Los viajes de Gulliver”, novela que aunque está lejos de ser feminista, se topó con la experiencia de Andrea. “Mucha de esa experiencia tiene que ver conmigo en la medida en que mi cuerpo está desmedido para el mundo, me lo dicen constantemente. En algunos lugares soy chica, en términos de tamaño, pero también en términos de existencia y para otros soy enorme, gigante, desbordo, no quepo. Ahí yo dije ‘acá puedo hacer algo’”.  

El cuerpo como concepto y campo de batalla

A partir de este encuentro con la experiencia de su cuerpo gordo, Andrea comenzó a indagar en distintas líneas de pensamiento para acercarse al problema del cuerpo. Sin embargo, la incomodidad de producir en torno al cuerpo sin utilizarlo significó un desafío práctico e intelectual que la llevó a explorar en diversos talleres: de escritura, baile, intervenciones.

“Los talleres que estuvimos haciendo de escritura empezaron a derivar a talleres sobre música urbana, reggaetón, salió el baile. Ahora ya con Ana Albornoz, una coreógrafa amiga mía, compañera, hacemos estas intervenciones de feminismo y reggaetón en colegios, universidades, que es puro activismo nomás, desmontar estereotipos de la mujer en el género urbano”, cuenta Andrea.

“(El reggaetón) es muy machista, muy patriarcal, pégala, azótala y todos esos argumentos que te dicen los rockeros también, cuando no se están escuchando ellos mismos. Esas son las cosas que discutimos, salen unos temas también muy intensos y después bailamos. Así empezamos a mover el cuerpo y a pensar desde ahí. No es fácil mover el trasero, ¿quién te lo enseña? Si tú no tienes tiempo libre porque tienes una vida precarizada, ¿cuándo vas a bailar?, ¿cuándo vas a disfrutar?, y ¿cuándo vas a poder reconocerte habitando este cuerpo que no lo sabes mover?”, reflexiona.

¿Cómo se puede dar ese vínculo entre feminismo y reggaetón, cosas que parecen opuestas?

El vínculo entre feminismo y reggaetón pareciera efectivamente que fuera una contradicción bajo el sentido común, que también es de lo menos común que hay, porque bajo ese sentido común también nos están matando.

Cuando hablamos de reggaetón y pensamos en la historia de cómo el reggaetón aparece en Chile es en un momento en el que la juventud está explorando su cuerpo, su sexualidad, y esa exploración también tuvo consecuencias no sólo en la salud, también hubo consecuencias en el uso de las calles, cuando se tomaban en el centro de Santiago las plazas, hubo consecuencias también en lo económico, hubo peluquerías especialmente enfocadas en el pelo pokemón, colecciones de ropa de Falabella para el público pokemón, hubo un uso de la ropa también diferente, en el que se compraban zapatillas nuevas y las destruían para enchularlas ¿se acuerdan? Empezó a aparecer el home made, de las cabras haciéndose su propia ropa, lo que después derivó en una generación de gente haciendo sus propias colecciones de ropa, aparecieron nuevos talentos a través del Fotolog. En esa experimentación con los cuerpos, las calles, las ropas, se pone algo sobre la mesa que tiene que ver con el goce, con el deseo, todas estas palabras que la dictadura nos quitó por imponernos el miedo, por meternos dentro de las casas, porque dejarnos callados, por crearnos una relación de padres que no se pudo nunca hacer cargo ni siquiera del presente político del país, menos del presente emocional, sexual, que ellos vivían, muy de la cultura del motel, de la infidelidad, pero seguimos casados, de la doble vida, todo debajo.

Cuando estos cabros hacen esto aparece el deseo, el goce y las deficiencias del sistema educativo, de las políticas públicas al respecto, los brotes de enfermedades. Hoy Chile tiene una de las tasas más altas de VIH, se adelantó también el inicio de la actividad sexual, hoy estamos en los trece años, se supone que a esa edad los niños ya están teniendo las primeras relaciones. ¡Trece años! No te puedes hacer el leso aunque no lo quieras ver, está sucediendo. Eso le heredó también a las infancias de Chile una relación mucho más lúdica, suelta, irresponsable y menos consciente – hay que ser honestas respecto a eso – del sexo, del uso de los cuerpos, pero esa irresponsabilidad también era un lanzamiento a, o sigue siendo también, una valentía: ‘ya yo voy me la quiero comer y voy’. Y cuando perreamos tú no perreai solamente conmigo, también yo perreo contigo, y no es solamente hombre con mujer, sino también hombre con hombre, mujer con mujer, y eso tuvo un impacto muy fuerte en la comunidad LGBTI siento yo, también por los contactos y conversaciones que pude tener en ese momento, para ellos casi que era un logro poder visibilizar que habían otros cuerpos, otros tipos de goce, y los cabros lo hacían sin miedo, pero también sin conciencia y sin esa memoria dictatorial, de la represión, de la lógica de “en la medida de lo posible”.

Si tú piensas el fenómeno del reggaetón, del baile, del perreo, que es un hecho que nace en Latinoamérica, que habla en español, que pone los cuerpos por sobre otra cosa, la sexualidad, tú te das cuenta cuáles son los cuerpos que bailan eso. En Chile ocurrió algo muy transversal, que no ocurre en el resto de Latinoamérica, que era que hasta las pelolais, hasta las cabras de clase alta bailaban reggaetón, pero lo frecuente era que fueran las clases pobres y la clase media quienes bailaran y disfrutaran de esta música que era mucho más soez, más burda. Entonces cuando tú después decías que el reggaetón era flaite, era que estabas escuchando esta música desde un punto de vista racista, clasista, misógino. Porque además el reggaetón por primera vez nos enseñaba a expresar nuestro deseo ¡tócame! Y era como, ‘oye ¿una puede decir esas cosas?’”

¿Se puede complementar esa experimentación del goce, del deseo sexual a través de la música urbana con el cuidado?

Cuidado y reggaetón parece que fueran dos conceptos súper alejados, pero de alguna manera cuando tú le enseñas al otro, cuando le pones palabras, conceptos al otro para saber moverse en un contexto de flujos sexuales, pero también de capitalización de esos flujos, tú lo que estás haciendo es darles herramientas de alguna manera para acceder o para negarse también. Ivy Queen dice “pero eso no quiere decir que pa’ la cama voy”.

Puedo bailar sola, puedo bailar con mis amigas, puedo bailar arriba de la cama, en el baño. No necesitas un espacio, tú eres dueña de ese espacio, no necesitas una persona porque estás contigo, estás aprendiendo a conocer tu cuerpo a través del movimiento de caderas que es un movimiento importante. Estamos muertas, cuando tú vas al gimnasio y ves los movimientos que hay, con cueva zumba te hace mover las caderas, el resto es una cosa mecánica, una comprensión del cuerpo como una máquina, nosotros no somos esa máquina.  

Feminismo gordo

Andrea recuerda como un momento trascendental en su desarrollo político su paso por México. “Fue un momento de reencontrar mi cuerpo, mi erotismo, mi sexualidad, que yo tenía bastante apagada en Chile, siempre comprendiéndome como la gorda del grupo, la fea, la excluida, la que no sirve para jugar en equipo, la que no le cabe la ropa, en cambio te vas a otro país y tienes la libertad como migrante de poder ser quien tú quieres ser, porque te estás presentando todo el día”, cuenta.

De manera casi casual conoció y compartió con la activista estadounidense Virgie Tovar, autora del libro “Tienes derecho a permanecer gorda”. “Yo me di cuenta que tenía muchas ideas similares en términos políticos, también sexuales y que tenían que ver con el género y después yo termino volviendo a Chile y me doy cuenta de quién era la Virgie”, recuerda.  

“Cuando empiezo a darme cuenta que alrededor mío se estaba formando una comunidad de gente que estaba produciendo en torno al tema, que están pasando cosas hoy día sobre todo este concepto nuevo del body positive, de lo curvy, etc. –que yo tengo también un montón de críticas al respecto porque se presta para la publicidad, para vender todo tipo de cosas –. Empiezan a aparecer personas que se interesan en conversar sobre esto, porque no es un tema enciclopédico, que una dice ya voy a aprender sobre marxismo y feminismo, no existen esos documentos en el feminismo gordo, está en proceso, entonces siempre cada acercamiento es corporal, que toca”, explica la activista.  

¿Cómo ha sido el desarrollo teórico sobre el feminismo gordo a partir de la experiencia corporal?

Las investigaciones y las reflexiones en torno al feminismo gordo son algo reciente. No es como que tengamos una historia ya escrita, por lo tanto, hay que escribirla, hacer la experiencia de esta investigación una experiencia colectiva para mi ha sido súper importante, difícil, compleja también.

Vivimos en Chile, donde más del 60% de las mujeres tiene sobrepeso según las estadísticas, yo creo que son más. Juntarse con la amiga, leer cosas, esto no nace por una clase, esto nace por el interés de poder compartir y sentirnos cómodos y cómodas. Darte cuenta, por ejemplo, de que si tienes grupos de amigos en el que todos son flacos y tú eres gorda, probablemente tú estás viviendo una experiencia de gordofobia, no solamente por tus amigos o gente con la que compartes, sino que también propia. ¿Por qué no te estás vinculando con otros gordos?, ¿por qué no te juntas con tu prima gorda?, ¿por qué no te juntas con el gordo del colegio?, ¿de la universidad?, ¿qué es lo que hace que te mantengas a distancia de él?, ¿no ser dos gordos y que se rían de ustedes? Piensa en esa violencia, piensa en qué te mantiene a distancia de otros cuerpos como el tuyo, probablemente sea la estructura de la violencia patriarcal que es gordofóbica, machista, misógina, lo que te hace estar aislada. Lo peor que nosotros podemos hacer como sociedad es estar aislados, el capitalismo nos mantiene aislados, nos hace velar por nuestros propios intereses por sobre el resto.

Lo que nosotros tenemos que hacer creo yo, desde una mirada desde la izquierda, para ser súper honesta, con respecto a la política, a la situación de hoy, de las luchas sociales de las mujeres, pero también del conjunto de lo que se llama sociedad, tiene que ver con organizarnos y organizarnos es estar junto a otros y aprender a tener ese diálogo, que siempre va a ser emocional, biográfico, pero también es político y poder organizarse también significa que juntos somos más y que juntos podemos proponer ideas, como la ley de tallaje que está ocurriendo ahora en Argentina, que están avanzando en eso (…) porque la violencia que tú ejerces sobre la gente que no tiene con qué vestirse es decirles “no salgas a la calle”, es que no te veas como te quieres ver, por lo tanto, que no tengas dominio sobre tu imagen, sobre tu identidad, no es menor que eso. ¿Cómo pretendes tener niñas libres si no pueden elegir con qué vestirse?

¿Qué análisis haces del uso de los espacios y los cuerpos?

Los cuerpos están ocupando el espacio: la juventud se toma la calle, ya no solamente los pokemones, hoy las movilizaciones sociales. Pero también los gordos, les gordes, ocupamos más espacio y molestamos y estorbamos y mala cueva. Somos lo que somos. Lo que nos dice la publicidad y lo que nos dicen las campañas de salud del gobierno o los medios de comunicación es que no tenemos que ocupar espacio y debemos ser sujetas frágiles, débiles, blancas, silenciosas y vírgenes. Mira Latinoamérica y dime qué hay de eso ¡no existe!, es una ficción de cómo debiéramos ser, un estereotipo. Es una ficción que te la arma el capitalismo y te la arma el capitalismo en la medida en que tú no vas a alcanzar eso, tomado de la mano de la religión, del patriarcado.

Organicémonos y esa organización es parte de los cuidados que podemos tener, de romper con esta mitología, con estas ficciones que nos ponen que tienen que ver con los estereotipos, con los cuidados, ¿qué significa cuidarse? ‘Ay cuídese, que después le va a costar con ese sobrepeso’. Significa ‘baja de peso’. ¿Y qué pasa si yo soy gorda, no estoy gorda, soy gorda? ¿Qué pasa si mi familia es gorda?, ¿qué quieres hacer tú conmigo?, ¿cercenarme?, porque eso es cortarse la guata. Hay que dejar de resistirse a una misma, dejar de recharzarse es el paso más cercano a la aceptación y el amor. Amarse es un proceso y no todos los días nos queremos y no todos los días lo pasamos bien y no todos los días estamos resueltas. Hay días en que uno llora, lo pasa mal, le carga como se ve y no quieres mostrar la guata, hay días que sí quieres mostrar la guata, días que no quieres mostrar las tetas, días que sí. Así somos los seres humanos, no somos blanco y negro, somos todo eso que pasa entre medio. Basta de rechazarnos, este verano es para ustedes, con lo que tengan encima, hagan la hueá que quieran porque la vida se vive una sola vez como dijo la Celia Cruz, famosa gorda regional.