El aborto es un tema de intenso debate y controversia que abarca no solo aspectos político-legales, sino también dimensiones sociales y culturales. En este contexto, aceptar y normalizar el aborto es crucial para su despenalización en la sociedad. Esto implica reconocer la autonomía de las mujeres como un derecho inalienable, lo que refuerza su capacidad para tomar decisiones en todo ámbito. Al normalizar el aborto, se fomenta un entorno en el que las mujeres pueden desarrollar proyectos de vida significativos que reflejen sus aspiraciones y circunstancias personales.

El marco legal chileno solo despenaliza el aborto en tres excepciones. En cualquier otra circunstancia, el aborto sigue siendo considerado un delito. Estas excepciones continúan marginando el aborto y limitando la autonomía reproductiva de todas las mujeres y personas gestantes.

Si bien reconocemos los cambios legislativos y políticos en este sentido, es importante señalar que la despenalización jurídica no garantiza un mejor acceso a estos servicios, especialmente cuando el sistema de salud no asume adecuadamente sus responsabilidades. Las percepciones negativas, conservadoras y estigmatizantes; la interpretación errónea de la Ley; la objeción de conciencia por parte de médicos tratantes; la falta de capacitación al personal de salud; la ausencia de fiscalización del Estado en la implementación de la norma; y violencia estructural en la atención de las mujeres, son barreras que obstaculizan el acceso a dichas causales.

La decisión de interrumpir el embarazo. Considerar que la despenalización del aborto no se limita a su legalización, es reconocer la intersección de variables que complejizan la experiencia.

[1] Camila es una mujer que, en 2017, decidió abortar, desafiando las decisiones políticas y legales que limitaban su autonomía. Cabe destacar que su situación no se encontraba dentro de las tres causales admitidas en la legislación vigente. “Me resultaba difícil compartirlo con mi familia y amigas. Me preocupaban la discriminación y el juicio que tendría que enfrentar”, comenta. Su experiencia ilustra las barreras sociales y emocionales que muchas mujeres enfrentan al tomar decisiones sobre sus derechos reproductivos.

Las mujeres que deciden abortar a menudo se enfrentan a un contexto social complejo, donde el miedo a la estigmatización y los juicios valóricos pueden ser abrumadores. Sin embargo, las experiencias varían ampliamente y no siempre son traumáticas; muchas mujeres logran tomar esa decisión de manera autónoma y fortalecida. De hecho, diversos estudios revelan que lo que las mujeres tienden a sentir después de un aborto es “alivio”.

El estigma social manifestado en discursos negativos sobre el aborto, a menudo retrata a las mujeres que han interrumpido voluntariamente su embarazo como promiscuas, irresponsables, pecadoras e incluso criminales (Segato, 2020). En este contexto, las colectividades feministas han enfrentado la oposición de diversos sectores de la sociedad, incluidos aquellos impulsados por el conservadurismo religioso.

La Red Chilena contra la Violencia hacia las Mujeres, promueve la despenalización social del aborto, a través de diversas iniciativas de resistencia que buscan combatir el estigma asociado a esta práctica. Un claro ejemplo de ello es la continuidad de la Campaña “Cuidado El Machismo Mata”. Iniciativa que se ha consolidado como un símbolo que integra diversos mensajes destinados a visibilizar, cuestionar y concientizar sobre las múltiples formas de violencia que enfrentan las mujeres.

En la décima octava edición de esta campaña, afirmamos con determinación: “Aborto: Única causal, mi decisión”. Mensaje que se suma a consignas anteriores —“Basta de criminalizar a las mujeres: aborto libre, seguro y gratuito”, “Aborto libre” y “Miso pa´ todas: infinitas causales”— respondiendo y reconociendo demandas históricas sobre el derecho al aborto.

Consecuentemente, la posición de la Red es clara: la única causal para decidir un aborto es la voluntad de cada mujer. Considerando que el estigma asociado a esta decisión y la politización maliciosa del aborto desdibujan de manera significativa las complejidades y circunstancias personales que enfrentan muchas mujeres. Al condicionar sus voluntades se perpetúa la opresión y el control sobre sus cuerpos. Por lo tanto, es fundamental promover una perspectiva feminista que permita “desenmascarar la hipocresía política y social” (Segato, 2020).

Nicole Herrera Farfán, activista feminista e integrante de la Red Chilena contra la Violencia hacia las Mujeres.

[1] Por solicitud de la mujer, se ha cambiado su nombre para proteger su identidad.