Mónica Maureira, Periodista, feminista. Docente UDP, del Observatorio Genero y Equidad y Mujeres en el Medio

Foro Medios de comunicación y violencia contra mujeres, organizado por Red Chilena contra la Violencia hacia las mujeres en conjunto con Universidad de Chile y apoyo de la Comisión de Género del Colegio de Periodistas, Casa Central UChile.

28 de noviembre de 2018


Cuando recibí el correo de Antonia y Yoselin sobre lo que podría ser esta presentación, entré en una suerte de vértigo porque obligaba a pensar nuevamente un tema sobre el que llevamos tiempo reflexionando – incluso de manera recursiva en esta #olafeminista- y sobre el que cualquier salida a ese libreto implicaba un riesgo: más tiempo, nuevas lectura, otros estudios, otras reflexiones.

Reconozco que la suma de eventos desafortunados de estas semanas: el homicidio de Camilo Catrillanca sin responsabilidad política aún – y antes “Aula Segura” y el adoctrinamiento millenials del FPMR-  la condena por denuncia calumniosa contra Francisca por “no dejarlo pasar” y acusar a un abogado prestigioso de la plaza, de abuso sexual; y nuevamente NUEVAMENTE el episodio Nicolás López y todo su abrumador despliegue comunicacional, animaron – lo que espero – sea una reflexión transmitida lo más incorrectamente posible.

La “Importancia de la audiencia y los movimientos sociales críticos al tratamiento de los medios de comunicación hegemónicos”. La primera imagen que provocó este título, es la instalación que la Red Chilena contra la Violencia hacia las Mujeres convocó hacia el 2000: zapatos instalados en la calle Chucre Manzur a la salida del Canal 2 – Rock& Pop representando a las mujeres asesinadas hasta esa fecha. Seguida a esa imagen, una palabra de moda “mentoring”  esa relación “profesional” en la que una persona con más experiencia – se supone – guía a otra en el desarrollo de conocimientos y habilidades para mejorar en lo profesional y personal.

La mentoría, qué o quiénes nos han hecho mirar – a algunas periodistas y audiencias – de manera crítica a los medios de comunicación en su cobertura, tratamiento y despliegue informativo y politico sobre discriminación y violencia contra las mujeres ha sido SIN LUGAR A DUDAS el movimiento feminista, en sus diversas manifestaciones o conceptualizaciones, representado en el trabajo arduo, incombustible, de las organizaciones de mujeres y feministas. Ese movimiento ha sido el promotor “del cambio” – un cambio con bemoles – en el tratamiento mediático de la violencia contra mujeres, (VCM) como un problema político y cultural, y que éste no pase desapercibido para el público.

Primero. Es ese movimiento feminista, son esas organizaciones, las que instalaron en la agenda política el resultado de una profusa producción de informaciones y conocimientos sobre el problema: análisis de contextos, de datos; producción de definiciones, visibilización de demandas, reivindicaciones, vindicaciones. Son y seguirán siendo la principales fuentes expertas a consultar sobre estos temas. Mucho antes que cualquier otro actor político o figura política presidenciable; fue este movimiento el que habló de femicidio o feminicidio como la expresión más odiosa, violenta y extrema de agresión misógina hacia las mujeres y niñas.

Segundo. La articulación de un discurso crítico hacia los medios también es fruto de este movimiento, una postura crítica que tiene como eje central la responsabilidad política de los medios en tanto socializadores y promotores (o no) de cambio social. Un discurso crítico sobre la representación de las mujeres en la publicidad, de la producción de informaciones y contenidos sexistas, estigmatizantes, discriminadores hacia las mujeres, que reproducen estereotipos y prejuicios victimizantes y violentos, pero que además reproducen desigualdad y situaciones injustas al interior de los medios (quiénes deciden). Un discurso crítico respecto a cómo los medios de comunicación y el periodismo debe entender la violencia contra las mujeres como un problema social – no una anécdota -, sobre cuáles son las responsabilidades del Estado y sus autoridades en la violencia institucional, hablamos de un accionar algunas veces negligente, autocompalaciente, insuficente, poco oportuno o derechamente oportunista.

En el marco del 25N, la Comisión Interamericana de Mujeres denunciaba que los Estados invierten solo el 1% de su presupuesto anual en contrarrestar la VCM.

La problematización y politización de la VCM viene de la mano de este movimiento social, activando una crítica de medios desde una parte de la audiencia. Que con todo – hay que decirlo – no logra abrir del todo procesos reflexivos al interior de los medios de comunicación. En especial en los hegemónicos o hegemonizantes como la TV o los llamados medios tradicionales.

Esta ausencia de apertura de los medios, deja en suspenso un debate urgente sobre su responsabilidad en la reproducción de violencia simbólica hacia las mujeres, un problema social; esa discusión que necesariamente debiese ser pública, queda suspendida en la infoespectáculo, en la falta de especialización de periodistas, editores, editoras y otros profesionales de la prensa, en la búsqueda de mejores estándares periodísticos y de autoregulación, todo en remplazo de rating, del click.

* La existencia de una audiencia más crítica también responde a las transformaciones en los sistemas de comunicación, de las nuevas tecnologías de la información que permiten flexibilizar las formas de documentación, de acceso a más fuentes y más diversas, a información con mayor grado de profundidad; un periodismo más cívico (no el llamado ciudadano que reportea vía guasap el acontecer de los motochorros o motoclocks), contextualizado y complejo, con menos apego a aparentar neutralidad en asuntos de interés público y DD.HH, que avanza hacia desacralizar la objetividad periodística.

Parte de esa entrega cívica también la lideran organizaciones feministas y de mujeres; un asunto reconocido por el sistema regional de protección de derechos – en este caso la CIM – que es su Tercer Informe Hemisférico sobre VCM reconoce toda la potencialidad del movimiento en la producción de campañas, de articulación online, de denuncia online que permitió visibilizar toda la gama de discriminaciones, violencia incluyendo la demanda global de aborto.

** Así, situaciones de VCM alcanzan una trascendencia pública y la crítica de medios también. Como sucedió con toda la investigación judicial del femicidio frustrado de Nabila Rifo: fue la Red Chilena y otro cúmulo de organizaciones de mujeres y feministas que llamaron a denunciar a Canal 13 ante el CNTV, la lectura del peritaje ginecológico y el añadido de comentarios; lo mismo sucedió con el capítulo de Informe Especial de TVN que dedicó en exclusiva a la defensa de Mauricio Ortega y cuya sanción escaló a tribunales, advirtiendo que el canal de televisión y el equipo periodístico trabajó un material informativo sensacionalista, re-victimizante por recrear de manera cruenta las agresiones (algunos de esos pasajes haciéndose de la cabeza de un chancho); que desacreditó el testimonio de Rifo, irrespetuoso con su dignidad y con la de las llamadas víctimas indirectas; desvirtuando el ejercicio de la libertad de expresión sobre un hecho evidentemente noticioso pero por sobre todo de interés público.

Como en otras ocasiones, ese material periodístico objetualiza a Nabila Rifo, también a Valentina Henríquez, a María Jesús Vidaurre, a Rossana Sánchez, ellas se transforman en un medio para producir sensaciones.

Con todo, igualmente podemos advertir una nueva organización o reorganización en el tratamiento de las informaciones sobre discriminación y VCM que se gesta desde el movimiento feminista ahora también presente en periodistas infiltradas en las salas de redacción y otros espacios informativos y comunicacionales que han hecho desde mucho una apuesta política: de cuestionar los criterios de elección de las informaciones, la noticiabilidad; que están siendo persistentes en generar conciencia entre sus pares, respondiendo a una audiencia que despierta ante el sistema de medios que prevalece en el país: mayoritariamente masculino y masculinizado.

LO PENDIENTE. La sobre representación de la violencia extrema como único disparador de noticia, no visibilizando ese hilo que la une con la discriminación y exclusiones súper puestas. La mediatización de las denuncias de las mujeres y el efecto narcotizante que provoca un frame poco robusto, que arriesga un contra-golpe, un contra-ataque: avanzamos dos pasos para retroceder uno. Porque mientras las noticias hablan más de femicidios, los medios, el periodismo olvida la denuncia por violencia contra “el trovador de gol” , no realiza periodismo de investigación para informar sobre las circunstancias en que Nicole Saavedra fue asesinada por ser lesbiana, la audiencia no termina de cuestionarse sobre cuáles son los poderes que transitan por los pasillos de la TV – por ejemplo – que hacen que un reportaje presentado como de investigación termine usando las imágenes promocionales de la defensa de Nicolás López como material exclusivo de un noticiero central.