Olga Barrios Belanger, Corporación Mujeres Siglo XXI.

Me piden desde la Red Chilena contra la Violencia hacia las Mujeres, de la que somos parte como organización, un comentario sobre este afiche nuevo en la campaña 2024 porque consideramos que en las anteriores no habíamos dedicado un afiche a las “mujeres grandes” y tuvimos una buena cobertura en el curso que dio la Red para envejecimiento activo. El término envejecimiento activo fue definido por la OMS como: «el proceso de optimización de las oportunidades de salud, participación y seguridad con el fin de mejorar la calidad de vida a medida que las personas envejecen».

Las mujeres componen la mayor parte de las personas mayores de 60 años o más en nuestro país, especialmente en el grupo de personas mayores de 80 años. La feminización del envejecimiento es y será una realidad. En los próximos años, las mujeres se mantendrán como mayoría a nivel nacional entre las personas de 60 años y más. 

Asimismo, las mujeres componen principalmente al grupo de personas mayores de 100 años o más. Según la encuesta CASEN 2017, en Chile habitan al menos 2.278 personas de 100 años o más, de las cuales el 85% corresponde a mujeres, y para el año 2050 la cifra superará las 48 mil personas (INE, 2020), siendo el 72% de ellas, mujeres.

Esta es una realidad diferente, depende de lo urbano y lo rural, donde la situación se agrava por las distancias, la poca atención institucional y familiar; la soledad sin embargo es un tema en ambas realidades, agregado a ello el temor a que les quiten lo poco que tienen, que hay adultas/os mayores que no abren la puerta por miedo. Naturalmente esto es el resultado de nuestra sociedad individualista, patriarcal, sin tejido social ni solidaridad.

Conversando con una amiga presidenta de una junta de vecinos sobre el tema, me contó sobre la imposibilidad de movilizar a las/os vecinos, menos para preocuparse de sus adultas/os mayores; como feminista y trabajadora social, me preocupa porque es un grupo etario que permanece más aun en la cultura patriarcal.

¿Por qué a mí? Porque soy una de las pocas mujeres mayores que está en la Red desde el inicio de mi organización en Osorno y de la campaña ¡Cuidado! El machismo mata hace 18 años. A mis 88 años, casi 89, sigo vigente en la lucha constante por nuestros derechos y muy especialmente por el cambio cultural que permita una vida libre de violencia. “Desde la niñez a la vejez, mujeres libres de violencia” evidencia ese continuo de violencia que vivimos las mujeres en nuestras vidas y que se manifiesta en estereotipos respecto a nuestras vidas, nuestros cuerpos y el deber ser: madres, esposas y abuelas como único objetivo. 

Creo que el haber trasgredido todos esos estereotipos como los plantea el patriarcado, aunque soy madre y amo a mis hijos, soy abuela y amo a mis nietos, amo también el feminismo y todo el trabajo que desde nuestras orgánicas hacemos por cambiar la cultura. Por el respeto a las diversidades sexo genéricas, por la justicia e igualdad que aun requieren tantas hermanas, niñas y adultas pero también las mujeres mayores, a las que la medicina ha tratado demasiado a menudo desde el paternalismo y la vulnerabilidad, negando sus malestares de género, relegando sus reivindicaciones, reduciéndolas a menudo a “ser para otros”. 

Reivindicar un enfoque de salud implica hablar de problemáticas comunes largamente silenciadas, hablar también de sexualidad, de disfrute y goce de todos los cuerpos, de formas distintas de vivir la madurez a los estereotipos que también se refuerzan desde la salud. Y me refiero, también claro, a todas esas mujeres migrantes, discriminadas por sus territorios de origen. La realidad de las personas mayores y el disfrute de sus derechos tiene una naturaleza heterogénea, que incluye diversos factores de índole cultural, socioeconómico, étnico y, por supuesto, aquellos relacionados con las brechas de género en la vejez. Junto a este conjunto de variables, la composición territorial juega un rol determinante en la integración social de este grupo de la población.

Tenemos especialmente como problemática las bajas pensiones de las mujeres, salvo las que como yo no nos salimos del sistema antiguo de Cajas de Empleados Particulares o Seguro Social, o empleados públicos, todas ahora en el ISP. Actualmente lo siento como un privilegio y me da la posibilidad de dar mi tiempo y trabajo a la organización, a apoyar a mujeres violentadas, a dar formación en género donde me lo pidan, a tratar de incidir en la institucionalidad porque esta perspectiva sea transversal a todas las políticas públicas, en todas las instancias donde haya vulnerabilidad de mujeres o niñeces

Como Julieta Kirkwood decía: soy enferma de porfiada. En mi trayectoria he recibido varias veces el premio Elena Caffarena y ya el año 2022 las llaves de la ciudad como “Ciudadana Ilustre”, pero ello es un incentivo a continuar en este camino que me da preocupaciones, pero también alegrías. En el grupo de Facebook Corporación Mujeres Siglo XXI pongo diariamente a mujeres extraordinarias, feministas de todo el mundo y poemas. Comparto éste que me llegó sin autora:

“Acepto que me digan,

que soy una vieja,

pero no una anciana,

Un día me lo dijo un sabio

..Y lo pude entender

Que cuando mueren los sueños

Empiezas a envejecer…

A mi paso encuentro ancianos

Que no han cumplido los veinte

..Y también octogenarios

Que son como adolescentes

Pues tienen sueños presentes

La edad no se mide en años

Ni en la cantidad de males

Se mide en el entusiasmo

Para lograr tus ideales

Que no mueran mis sueños

Ni grandes ni pequeños

Que no mueran mis sueños

O voy a envejecer.”

Soñar con un mundo distinto es vital para mantenernos bien, y aunque tuvimos el dramático rechazo de nuestro proceso constitucional en el que incluimos todos nuestros sueños, y no los logramos, hay que seguir adelante hasta que nos vayamos de este mundo con la tranquilidad de haberlo dado todo para que no temamos a la muerte.